Escapadas

Un día en la infravalorada ciudad de Valladolid

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Valladolid no es precisamente la ciudad más turística de España. Ni siquiera lo es de Castilla y León, dónde está a la sombra de otras localidades como Salamanca o León. Sin embargo, su histórico encanto (aquí se casaron los Reyes Católicos, por ejemplo), sus emblemáticos espacios y la tranquilidad de sus calles y sus gentes forman un cóctel perfecto para que pasemos una gran jornada (o fin de semana) en la bella ciudad del Pisuerga y, de paso, podamos disfrutar de su excelente gastronomía.

La localización de Valladolid hace que sea un destino ideal para los que, como nosotros, somos de Madrid, ya que yendo en tren nos podemos plantar allí en aproximadamente una hora. El trayecto cuesta unos 25 euros (50 ida y vuelta).

Es verdad que podemos ir y volver en el día, pero lo ideal es pasar una noche allí para exprimir más aún la escapada. Nosotros, por costumbre y porque nos gusta pasar la noche en los sitios a los que vamos por muy cercanos que estén, salimos hacia Valladolid un sábado a las 10.15 horas (llegamos a las 11.20) y regresamos el domingo a las 17.45 horas, (llegando a Madrid a las 18.50). Los trenes salen desde la madrileña estación de Chamartín y llegan a la de Valladolid-Campo Grande.

Por la cercanía a la estación de tren a la que llegamos (que está relativamente cerca del centro, a unos 15 minutos andando), optamos por pasar la noche en el Meliá Valladolid, aunque hay una gran cantidad de alojamientos bien ubicados y de calidad por los que no pagaremos más de 50-75 euros por una habitación doble. A esto contribuirá en buena medida si viajamos o no en temporada baja, como hicimos nosotros, a mediados de diciembre, o alta (cuyo pico es la Semana Santa).

Qué ver en Valladolid 

En lo que se refiere al aspecto turístico, Valladolid es una ciudad que se puede ver perfectamente en unas horas si tenemos poco tiempo, pero si queremos disfrutarla sin prisas obviamente es otro cantar.

Nosotros comenzamos nuestro paseo desde el hotel sabiendo ya que no íbamos a poder visitar, por culpa del fuerte viento, el Campo Grande, el principal parque de Valladolid, una pena porque nos encantan este tipo de espacios. Y es que, lo primero es la seguridad. Obviamente, los elementos también nos privaron de un paseo por el Pisuerga y de la naturaleza, en general.

Ese inconveniente no nos quitó sin embargo la ilusión por conocer el resto de la ciudad y sirve de excusa para volver en otra ocasión.

Comenzamos nuestra ruta en la Plaza de Zorrilla, quizás el mejor punto para iniciar la visita, desde donde parten las calles más importantes y en la que destaca el imponente edificio de la Academia de Caballería. Desde esta plaza podréis acceder al Campo Grande y enfilar la calle de Santiago, la más comercial de la ciudad, por la que podemos andar para llegar hasta la Plaza Mayor.

También podéis optar por coger la calle Miguel Íscar para ir al Museo Casa de Cervantes (tras pasar por el Pasaje Dulcinea y acceder a la entrada por la calle Rastro), la vivienda habitada por el popular escritor español en el año 1605 y cuya entrada cuesta 3 euros (5 si la compramos junto con la del Museo Nacional de Escultura).

Volviendo a la calle de Santiago, en ella podremos ver, entre otras cosas, a mano izquierda, la iglesia de Santiago Apostol, construida entre los siglos XV y XVII. Es sede de la Cofradía de las Siete Palabras, una de las más emblemáticas de la ciudad. Y así, caminando, nos plantaremos en la Plaza Mayor, presidida por el monumento al conde Pedro Ansúrez, el ‘repoblador’ de la ciudad que eligió la misma como centro de sus actividades allá por el siglo XI. También alberga el Ayuntamiento de la ciudad, construido a principios del siglo XX, con su espectacular torre del reloj.

La plaza, de la que parten diez calles, fue construida en 1562 tras un devastador incendio y a posteriori se convirtió en una de las más grandes de España y que fue referencia para las plazas mayores de Madrid y Salamanca (y no al revés como se puede llegar a pensar).

El hecho de que además pudiésemos disfrutar la plaza en pleno ambiente navideño (iluminada por la noche, con un carrusel de caballos y con el olor a churros en todos los rincones) hizo que nos llevásemos un muy buen recuerdo de la misma.

Desde allí fuimos luego rumbo a la Catedral, ubicada a unos pocos pasos, mientras disfrutamos de los bellos soportales de la calle Ferrari, y a la Iglesia de Santa María La Antigua, el edificio que más nos gustó de Valladolid.

La Catedral, de estilo herreriano y añadidos barrocos, fue construida en el siglo XVI y está a día de hoy a medio hacer por falta de recursos, debido en parte al gran coste que supone llevar a cabo obras en el edificio, ubicado en una calle con un gran desnivel. Por dentro tampoco llama demasiado la atención y podéis aprovechar el horario de misas para echar un vistazo. Lo mejor es el paseo desde la Plaza Mayor hasta llegar a la calle de Cascajares y la vista desde el templo que se disfruta desde allí, entre bonitos edificios antiguos.

El edificio no obstante queda ensombrecido por La Antigua, una preciosa iglesia construida en el siglo XII e impulsada por el conde Ansúrez, de diferentes estilos y con pasado romano (debajo de ella encontraron restos del siglo I al III) y que ha sufrido varias reformas, lo que no le quita ni un ápice de atractivo.

Llama la atención sobre todo su campanario románico, el más alto de España con unos 50 metros. El hecho de que la zona sea peatonal y dé amplitud a la misma hacen además que la primera vista de la Iglesia sea maravillosa. También merece la pena, y mucho, verla por la noche.

Muy cerquita tenemos también el renacentista Palacio de Santa Cruz, que alberga una de las bibliotecas más impresionantes de España y que no pudimos ver en esta ocasión, quedando pendiente para la próxima.

Desde allí podemos dirigirnos al Palacio de los Vivero, lugar en el que se casaron los Reyes Católicos, el 19 de octubre de 1469, en la Sala Rica. Hoy en día alberga el Archivo Histórico Provincial. Se puede visitar previa visita concertada llamando al 983255385.

Desde allí podemos dirigirnos al Colegio de San Gregorio, sede del Museo Nacional de Escultura, y a la Iglesia de San Pablo, otros bellos edificios (que están anexos) imprescindibles durante la visita, sobre todo el segundo, que se construyó entre 1445 y 1616, de estilo gótico y con una fachada espectacular.

En la misma plaza, la de San Pablo, están el Palacio Real, residencia de los Reyes cuando Valladolid fue sede de la Corte entre 1601 y 1606 y en la que llegó a dormir incluso Napoléon en la Guerra de la Independencia, y el palacio de los Pimentel, que fue el lugar de nacimiento de Felipe II y que ahora es sede de la Diputación Provincial. El primero se puede visitar gratuitamente los miércoles con guía (hay que reservar llamando al teléfono 983327302) y al segundo se puede acceder gratuitamente al patio y a la sala de azulejos la mayoría de los días por la mañana.

Además, si tenemos tiempo, hay otros dos lugares que no debemos perdernos. Por un lado, la Iglesia de San Benito, de estilo gótico y especialmente bonita de noche, y por el otro el Pasaje Gutiérrez, un estilo de galería inaugurada en 1886 y casi extinta en España que tomó como modelo los espacios de este tipo que había en Francia o Italia.

Con todos estos sitios, más el tiempo que gastaremos en comer, etc, es más que suficiente para un día, pero si el reloj no es una limitación, podemos ir también a la Iglesia del Santísimo Salvador, que aparte de ser un bonito templo, alberga una cripta con tumbas antropomórficas y decenas de cráneos pertenecientes a un antiguo cementerio. La cripta está ‘escondida’ bajo la capilla del fondo a la derecha (hay que abrir una puertecita y bajar unas escaleras) y para iluminar la misma hace falta echar 50 céntimos en la entrada. Lo mejor, no obstante, es preguntar a quién haya por allí. Nosotros pedimos permiso para acceder porque apenas había gente, estaba todo oscuro y fuimos sin apenas referencias.

Gastronomía

Más allá de ser una encantadora ciudad, en Valladolid se come muy bien y no lo decimos solo nosotros. Durante un día y medio aprovechamos bien el tiempo para comer un poco de todo en sitios que nos recomendaron (agradecimiento especial a @tsaavedrate porque acertó en todo).

El sábado que llegamos comimos en El Figón de Recoletos, un asador especializado en platos clásicos de la zona como el lechazo, que degustamos dentro de un menú que incluía morcilla de arroz, chorizo cocido a la olla, pimientos asados y ensalada para compartir, pan, bebida (agua y vino de la casa en nuestro caso) y postre a elegir con café incluido. Nos invitaron a un licor también.

Hay otro menú también con lechazo y sopa castellana de primero. En cualquier caso, los menús parten desde los 41 euros. Los camareros sirven muy deprisa y, por poner un único pero, nos pusieron cerca de la puerta, con lo cual la temperatura no fue la idónea tratándose del mes de diciembre. Nuestro consejo: pedid que os pongan en el salón de dentro y cuanto más al fondo mejor.

lechazo en el figón de valladolid (viajealsol.com)

Aunque nuestro estómago estaba hasta arriba todavía por la noche, pudieron más las ganas de probar cosas que la moderación y acudimos a La Mejillonera (que también está en Burgos o Zaragoza, entre otras ciudades), otra recomendación de un lugar para comer muy barato. La especialidad, obviamente, son los mejillones (nosotros probamos los marinera, un clásico), pero también los bocadillos de calamares bravos, las patatas bravas, los chipirones y las croquetas rellenas de mejillones y aceitunas. Todo nos gustó mucho, aunque tampoco hay que pedir el cielo por el precio que se paga (unos 15 euros por persona con bebida). Es un sitio casi de batalla, pero de batalla ‘de la buena’. Está siempre hasta arriba, pero con nosotros se alinearon los astros y fue llegar y encontrar sitio. Nosotros fuimos al de la calle Pasión 11, pero también hay otro en la calle Héroes de Alcántara.

Aunque estuvimos solo un rato y apenas pudimos probar todo lo que nos hubiese gustado, también tuvimos la oportunidad de ir al restaurante Jero, en la calle Correos, donde las tapas, su cocina en miniatura como ellos la llaman, es de otro mundo. Probamos un canapé de queso de cabra con morcilla y otro de champiñón, queso y gamba. Los dos riquísimos. Había una gran cantidad a elegir y, como ya hemos dicho, nos quedamos con ganas de probar más, pero el estómago tiene un límite. Ojo porque no es el típico sitio que te ponen tapa gratis con la caña (la tapa se paga aparte), pero igualmente merece la pena. El hecho de que se llene siempre habla muy bien del establecimiento.

Y para desayunar o merendar os vamos a recomendar también una cafetería, que está cerca de la estación de tren, de camino a la Plaza Zorrilla. Se trata de la Cafetería Sesentta, en la calle Acera de Recoletos. Tienen desayunos variados con café, un pequeño zumo y tostada o croissant por ejemplo por tres euros y una generosa cantidad de bollería a elegir. El sitio es acogedor y el servicio normal.

Y hasta aquí nuestra pequeña aportación sobre Valladolid, una ciudad que bajo nuestro punto de vista está infravalorada dentro de un país con tanto que ver. Visitadla porque no os vais a arrepentir.

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Arturo Carretero

Trabajando para Republica.com y dedicando parte de mi tiempo libre a Viajealsol.com. Amante de los viajes, los deportes y el ocio en general
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